viernes, 6 de julio de 2007

Coger el en messenger

En verdad no sé qué ha pasado en estos últimos años. Me he vuelto más ansiosa, aprehensiva, caliente, lujuriosa y sobre todo muy violenta. A veces tengo pensamientos que ni yo misma puedo controlar, sobre todo cuando se trata de sopesar emociones que vayan de la lujuria a la agresividad: me excitan ambas de cualquier forma.
Antes Darío jugaba ese rol. Siempre iba a estar ahí, con su mano pesada destruyéndolo todo. Sin embargo ahora no está, y me debo de conformar con el sexo de este planeta que me da mi pareja.
No me quejo de Aldo. Simplemente se ha convertido en mis pantuflas cómodas cuya comodidad me niego a abandonar porque sé que tarde o temprano deberé acostumbrarme a estar sin ellas. Nunca nos prometimos nada y a estas alturas no creo que eso sea necesario.
El fin de semana pasado que estuve completamente sola tuve sexo por internet. Las conversaciones fueron muy efectivas, y la verdad es que no sé cómo pude masturbarme, contestarle a uno y luego al otro. Fue una sensación de poder absoluta, porque me los imaginaba a ambos lamiéndome el cuerpo.
Uno de ellos, con quien ya antes había cogido, posee la verga más grande o al menos dentro del top three de los penes más jugosos que se hayan probado.
Es rosado, enorme, con un glande explosivo, el anillo totalmente agresivo y duro, se hincha y se hincha, crece tanto que es difícil mamarla…pero sin estarla saboreando de lo riquísimo que se va a sentir tenerla adentro.
La primera ocasión que cogí con este hombre, fue algo enloquecedor. Desde que me penetró sentí el poder del grosor aumentando e hinchándose entre las paredes de la vagina. Siempre he pensado que este momento es en el cual la concentración debe ir toalmente dirigida al poder que genera la fricción de los genitales: en cómo se va sintiendo la piel por dentro, en todas las centrales nerviosas que estamos poniendo alertas, en cómo la naturaleza obra en nuestro cuerpo de manera sabia determinando cuándo y cómo la vida abre camino.
Pero era imposible pensar en filosofìa erótica sintiendo aquel enorme pedazo de carne que se tardaba en entrar y salir. Una vez que lo toqué en estado quieto, palpé la promesa de lo que sería esa noche en que lo tuve que mamar y mamar hasta que mis labios se adormecieron y luego fueron espabilados por chorros de leche que se estrellaron en mis labios que mamaron y mamaron hasta ser embarrados.
Pero el sexo cibernètico con dos personas al mismo tiempo es algo que…como quiera jamàs sustituye el poder de la carne.